Aventuras marxistas by Marshall Berman

Aventuras marxistas by Marshall Berman

autor:Marshall Berman
La lengua: spa
Format: epub
editor: Siglo XXI de España Editores, S. A.
publicado: 2017-01-19T00:00:00+00:00


Pero lo que tanto modernistas como antimodernistas ocultan en este caso es el hecho de que estos movimientos espirituales y culturales, a pesar de su poder eruptivo, han sido borboteos en la superficie de un caldero social y económico que ha estado hirviendo y derramándose durante más de cien años. Es el capitalismo moderno, y no el arte y la cultura modernos, el que ha mantenido el caldero en ebullición, por reacio que sea el capitalismo a enfrentarse al calor. El nihilismo enloquecido por la droga de William Burroughs, bestia negra preferida de la polémica antimoderna, es una pálida reproducción del trust ancestral cuyos beneficios financiaron su carrera de vanguardia: la de Burroughs Adding Machine Company, ahora Burroughs International, sobrios nihilistas de la cuenta de resultados.

Además de estos ataques polémicos, la modernidad siempre ha provocado objeciones de orden muy diferente. Marx, en El manifiesto, hacía suya la idea de Goethe de una incipiente 'literatura mundial', explicando cómo la sociedad burguesa moderna estaba dando a luz una cultura mundial:

En lugar de las antiguas necesidades, satisfechas con productos nacionales, surgen necesidades nuevas, que reclaman para su satisfacción productos de los países más apartados y de los climas más diversos. En lugar del antiguo aislamiento de regiones y naciones que se bastaban a sí mismas, se establece un intercambio universal, una interdependencia universal de las naciones. Y esto se refiere tanto a la producción material como a la producción intelectual (geistige). La producción intelectual de una nación se convierte en patrimonio común de todas. La estrechez y el exclusivismo nacionales resultan de día en día más imposibles; de las numerosas literaturas nacionales y locales se forma una literatura universal (pp. 476-477).

Este argumento de Marx podría servir como programa perfecto para la modernidad internacional que ha brotado entre su época y la nuestra: una cultura de mente amplia y muchas facetas, que expresa el panorama universal de los deseos modernos y que, pese a la mediación de la economía burguesa, es 'patrimonio común' de la humanidad. Pero ¿y si después de todo esta cultura no fuese universal como Marx pensó que sería? ¿Y si resultara ser un asunto provinciano y exclusivamente occidental? Esta posibilidad fue planteada por primera vez a mediados del siglo xix por varios populistas rusos. Argumentaban que la atmósfera explosiva de la modernización en Occidente –la ruptura de las comunidades y el aislamiento psíquico del individuo, el empobrecimiento masivo y la polarización clasista, una creatividad cultural nacida de una anarquía desesperada, tanto moral como espiritual– podía ser una peculiaridad cultural más que un férreo imperativo que aguardara inexorablemente a toda la humanidad. ¿Por qué no habrían las otras naciones y civilizaciones de alcanzar unas fusiones más armoniosas de las formas tradicionales de vida con las potencialidades y necesidades modernas? En resumen –unas veces esta creencia se expresó como un dogma complaciente, y otras como una esperanza desesperada– solo era en Occidente donde 'todo lo sólido se desvanece en el aire'.

El siglo xx ha presenciado una gran variedad de intentos de realizar



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